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  • Las estrellas de cine están dibujadas

    Son malos tiempos para las grandes estrellas de cine, que hoy parecen desplazadas por otro cine, el de animación. En efecto: los dos grandes estudios de Hollywood que se dedican al género –el tradicional Disney con Pixar como nave capitana, y DreamWorks Animation– tienen en carpeta una serie de films “de dibujitos” hasta el año 2013. ¿Las razones de tanta planificación? Simples: han recuperado ampliamente todos los costos de producción. Mientras que las estrellas mejor pagas de la meca del cine han generado mucho menos dinero del que estaba previsto gracias al efecto mágico de sus rostros como gancho promocional. La última lista de la revista Forbes muestra hasta qué punto han bajado los dividendos de los mejor pagos de Hollywood. El ranking de los actores menos rentables está encabezado por la australiana Nicole Kidman, cuyo salario para superproducciones es de entre 25 y 15 millones de dólares. Según Forbes, por cada dólar de su salario, sus últimos films –sin contar el megafracaso de Australia– sólo han generado otro dólar, un uno a uno muy poco apetecible. Respecto de Australia, costó 130 millones de dólares contra los casi 50 que recaudó en su estreno en salas en los Estados Unidos. Mundialmente, recaudó 207 millones, lo que –si se considera el gasto de lanzamiento y publicidad– implica a todas luces un mal negocio.

    La segunda en la lista es Jennifer Garner (su salario gira entre los 7 y 10 millones), que por cada dólar de sueldo hizo ganar a los productores 3,60. Y en el tercer puesto –se puede decir que “accidental”– aparece Tom Cruise, que con el fracaso de Leones por corderos, de Robert Redford, produjo una ganancia de 4 dólares por cada uno de su sueldo. Pero de todas maneras, como se dijo, esto es accidental, dado que el film costó sólo 35 millones de dólares y en eso iban los sueldos –reducidos para la ocasión– de Cruise, la ya sexagenaria Meryl Streep y el actor-guionista-realizador Redford. El grupo de los actores con salarios enormes que rinden poco se completa con Cameron Diaz, Jim Carrey, Nicolas Cage, Drew Barrymore, Will Ferrell y Cate Blanchett, aunque hay que notar que esto corresponde sólo a lo que ganaron –e hicieron ganar– en 2008 respecto del mercado interno estadounidense, el más importante para una película de Hollywood.

    En paralelo, las películas animadas dan mucho mejores dividendos. Es cierto que algunas de ellas –una estrategia común en DreamWorks– optan por las voces de actores famosos como un atractivo de taquilla, pero también que incluso cuando cuentan con grandes estrellas, por el trabajo que implica y los días de grabación, éstas cobran mucho menos que en un film de acción en vivo. Es cierto, además, que los éxitos animados más recientes tienen presupuestos que superan los 130 o 150 millones de dólares (Kung Fu Panda, 130; Up, unos 150; WALL-E, excepcionalmente, 180). Pero recuperan mejor por tres razones principales: la primera, que tienen un público más amplio, que siempre incluye –a veces como target básico– a los chicos (que no van solos al cine, lo que implica por lo menos dos entradas como mínimo). La segunda, que para todas estas películas se desarrollan tecnologías –softwares, computadoras, sistemas de cámaras– que se amortizan en otras producciones, no necesariamente animadas: la casa, vista de lejos, de Lo que queda del día, de James Ivory, es digital, por poner un ejemplo en apariencia tan poco emparentado con el mundo de la animación. Y la tercera, claro, el todopoderoso merchandising, que cuando corresponde a un film que deja huellas no agota su negocio (pregunte cuántos chicos, aún, quieren un Buzz Lightyear para jugar en casa) prácticamente nunca.

    La lista de las más rentables de la historia moderna de la animación la lidera Buscando a Nemo, de Pixar, que costó 94 millones y recaudó 865, seguida por Shrek 2, de DreamWorks, que costó 150 millones y recaudó 880 en todo el mundo. La extraordinaria Madagascar 2 costó 150 y recaudó 594.

    Existe todavía otra razón que vuelve estas películas mucho más rentables y ponen en tela de juicio el poder de las estrellas: la pantalla grande. A medida que se desarrollan tecnologías como la estereoscopia y los efectos especiales con enorme detalle, la única manera de disfrutar del espectáculo es en pantalla grande. Estos films, cada vez más caros, requieren de mucho público, es decir, de todas las edades. Y es el aspecto visual el que comienza a predominar, amén de la imprescindibilidad de las técnicas nacidas de la animación para crear imágenes fantásticas que justifiquen ir al cine. El último estrato en esta carrera es la largamente anticipada Avatar, de James Cameron, un film que combina animación hiperrealista y estereoscopia en una trama de aventuras que se desarrolla en un planeta totalmente virtual. Es una película que supera en presupuesto los 220 millones de dólares que costó su anterior largo de ficción, Titanic, pero cuya mayor inversión está en tecnología. Sí, es también un film diseñado para toda la familia y sin grandes estrellas, aunque sí actores conocidos (Sigourney Weaver, Zoe Star Trek Zaldana).

    Estos incrementos en los precios, la necesidad del superespectáculo y la poca rentabilidad de las grandes estrellas, amén de la rentabilidad casi segura de las películas animadas, hacen que sea cada vez más difícil alcanzar las cotas de salarios actorales que se registraron a fines de los años 90, cuando Jim Carrey o Cameron Diaz podían pedir hasta 25 millones de dólares por película. La inversión –la lista de Forbes es implacable– parece no ser más rentable. Aunque hay que tomar todo con pinzas: hoy, un film de Hollywood no “pierde” dinero, ya que cuenta con los ingresos del mercado local, del mercado extranjero –igualmente importante en estos días, cuando antes representaba a lo sumo el 20%– y el pase a televisión y otros medios. La concentración de la oferta ha hecho también lo suyo; sólo sucede que se gana un poco menos. Y que los dibujos animados no piden porcentaje de las recaudaciones.

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